Como puños

Lo peor del anuncio publicitario institucional que nos habla de las bondades de la "Vicepresidencia de Anxo Quintana" (sic), no es que el vicepresidente haga lo mismo que haría o hizo Pérez Varela. Lo grave es que semejante publicidad partidista, pagada con dineros públicos, siga siendo posible. Porque esto indica que, al menos de momento, no ha habido cambio, sino mera sustitución en el poder.

Cambio lo habrá no porque cambien las personas, con ser importante, sino porque se transformen las normas, los hábitos políticos y las propias instituciones. Y esto, lamentablemente, ni siquiera se ha iniciado aún, con lo que Anxo Quintana, o cualquier otro, puede hacer lo mismo que hacía Pérez Varela, o cualquiera otro, tal como ha quedado demostrado.

El bipartito no ha desmantelado nada esencial del antiguo aparato de la Xunta, simplemente se ha asentado en él para disfrutarlo en función, de momento, de intereses partidarios distintos, pero veremos lo que se tarda en descubrir el peso de los intereses personales a la hora de tomar decisiones, como pasaba antes.

La vida sigue igual. Las subvenciones, los aparatos asesores, la externalización de estudios e informes, las concesiones, el "como va lo mío", los ignotos criterios de la subvención a los medios de comunicación, la Ley de la Radio y la Televisión públicas y un largo etcétera. Todo prácticamente igual. Hasta tal punto que si los populares volvieran ahora al gobierno, regresarían a su misma casa, con sus mismos muebles y con los mismos mecanismos clientelares y caciquiles, vigentes y engrasados.

No ha habido cambio, por tanto, pero aún se está a tiempo y todo depende de la voluntad política del presidente Touriño, que es quien hoy está en mejores condiciones para tomar decisiones políticas de fondo, si quiere y sabe.

Con un BNG débil y dúctil, su partido domado y sin Paco Vázquez, todo un año para tomar tierra cumplido y una oposición sin perspectivas a medio plazo, Touriño puede y debe elegir: o lidera y realiza un verdadero cambio transformador de Galicia, que perdure después de él, o se limita a ser un presidentiño de transición entre dos gobiernos de la derecha, tarde ésta en volver tres o siete años.

"Presidente o presidentiño". Aurelia Lombao (La Opinión, 6/XI/2006)